En el sitio que alguna vez fue el paraíso,
el pesar del destino
entra como una espada en los corazones
de quienes lo cargan a cuestas.
En algunos rincones se oyen los rieles de un tren,
en otros, las turbinas de un vuelo,
los sonidos de ultramar,
los neumáticos sobre el concreto…
Es el estruendo del vacío.
En mi ciudad, quedan sólo las nubes y la nostalgia.
Sueños frustrados, incertezas…
Se vive en una calle ciega de resignación.
Cuando gana la muerte
¿Quién se encarga de sembrar la vida?
Sólo se habla de lo bueno que se ha destruido,
y de lo malo que aún queda por destruir…
Nos miramos a los ojos,
sin podernos ya dar ánimos.
Contar lamentos y no triunfos
se ha convertido en nuestra cotidianidad.
Y yo me pregunto…
Me pregunto muchas cosas en mi silencio,
mientras escucho puertas que giran y giran
¿Cuándo será el fin?
– Yuliana Guédez Forgiarini (2018) © Naufragia.