Pintoras latinoamericanas: Tres pinceladas grotescas desde un valle en gestación

Génesis Alayón, María Niño y Eliczabeth Castro son tres pintoras latinoamericanas que nos muestran una ventana hacia el cuestionamiento del «Yo», reflexionando sobre la vida, la muerte y nosotros mismos. ¿Te atreves a entrar en sus universos? 

A lo largo de la historia del arte, la belleza ha sido el tema más recurrente; pero, como apunta Eco (2007), la fealdad se ha consolidado de forma paralela: la vemos más que solo como un opuesto de la belleza, porque nos demuestra las sombras de la sociedad.

La sombra consiste en esos «Yo», esas identidades que permanecen acomodadas dentro de nuestro ser, y que salen a relucir a través de creaciones como las de estas tres pintoras latinoamericanas de las que hoy hablaremos. Es en esta dialéctica donde se hace relevante hablar de lo grotesco como hipérbole de la fealdad, pues ello abre camino para el cuestionamiento crítico de las motivaciones más elementales del individuo.

Las tres pintoras latinoamericanas de cara a lo grotesco

A pesar de que muchos han sido los artistas de talla internacional que han tratado lo grotesco (como Goya en España o Pocaterra en Venezuela); ahora Alayón, Niño y Castro se lo apropian, queriéndolo o no de forma intencional; lo que resulta interesante porque son mujeres jóvenes, elemento que «tradicionalmente» ha sido símbolo de belleza.

Más importante aún, la obra generada por sus pinceladas y observaciones originales pone la lupa en temáticas que resultan remanentes sociales a menudo ignorados, abriendo tres ventanas de observación que titulamos:

  • el «Yo» frente a la vida (Alayón),
  • el «Yo» frente a la muerte (Niño) y
  • el «Yo» frente a nosotros mismos (Castro).

¿Qué es lo grotesco?

Antes de sumergirnos en las tres ventanas de observación que nos ofrecen estas artistas, vemos conveniente aclarar la definición de lo que entendemos por grotesco.

Según el DLRAE, lo grotesco se define como:

  1. adj. Ridículo y extravagante.
  2. adj. Irregular, grosero y de mal gusto.
  3. adj. Perteneciente o relativo a la gruta artificial.
  4. adj. Arq. y Pint. grutesco(‖ dicho de un adorno).

Sin embargo, como categoría estética sentimos que la definición de diccionario, aunque nos da pistas, se queda corta. Por ello, complementamos con la definición de la revista cultural Los ojos de Hipatia, que conceptualiza lo grotesco de la siguiente forma:

Lo grotesco se perfila ahora no sólo como una desviación de la belleza, también como una inversión de lo sublime.

Al final podríamos decir que lo grotesco es la categoría estética que deforma la realidad acentuando aspectos ridículos y extravagantes. Con una cierta comicidad a la que no le faltan la acidez y la amargura. En lo grotesco coexisten elementos incompatibles, incluso tendentes a lo monstruoso. Otros rasgos que posee son la falta de armonía, su desproporción y su exageración. Utiliza una naturaleza confusa, una mezcla híbrida.

Portal cultural Los ojos de Hipatia (2012). 

Pero no solo conviene aclarar el significado de lo grotesco, sino que más allá de la idea estética, es imprescindible saber en qué se relaciona toda esta idea con el «Yo»; pues ninguna de estas asociaciones ha sido otorgada por mera casualidad.

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Retrato de Venezuela. Por Eliczabeth Castro. Las tres pintoras latinoamericanas de este artículo son también venezolanas.

Eso que llamamos «Yo»

Es sabido que, a lo largo de la historia de la psicología, el «Yo» es un tema controversial, debido a que nos es imposible hasta ahora comprobar lo que significa exactamente. Somos dueños de eso que para nosotros es nuestra individualidad, pero a su vez ésta cesa de ser nuestra, porque deja de pertenecernos para convertirse en una parte del mundo que nos rodea.

El «Yo», entonces, no tiene una única definición; el «Yo» es una y muchas realidades a la vez, que nos van componiendo como si de un rompecabezas se tratase. Se convierte en algo tan complejo de explicar, pero tan expresado a través de nuestras acciones, que por medio de vías como el arte podemos crearnos una representación de una pequeña fracción del autor.

Si pensamos en esa idea de que nuestra vida se compone de presente, pasado y futuro, entonces sabremos que en cada uno de estos tiempos nuestro «Yo» es distinto, es decir, evoluciona, retrocede o cambia; planea y recuerda; va componiendo una línea en la que podemos sentirnos identificados con todo lo que está, estuvo, y creemos que estará en nuestra vida, como los protagonistas de una historia creada generación tras generación, y día por día.

Es por todo lo anterior que, al dar una mirada a las pinceladas de estas tres pintoras latinoamericanas, podemos reconocer cómo la perspectiva de un «Yo» hacia distintas líneas de tiempo, y hacia distintas ópticas de sí mismas, es liberada.

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La vuelta al hospital. Por Génesis Alayón (@genealayon)

El «Yo» frente a la vida: Génesis Alayón

Vivir constituye para esta pintora latinoamericana una constante toma de decisiones, una búsqueda permanente por mantener la conciencia activa y fija en su presente. Es por eso que su obra se enmarca dentro de esa realidad actual en la que cada día posa sus ojos, y enfrenta. Alayón nos muestra así ese lado de la sociedad del que poco se habla, pero mucho se experimenta.

Lo grotesco no está en la pintura, sino en el panorama de aquellos monstruos sociales (miedos e infortunios) que sortean nuestro andar.

Las pinceladas de Alayón hacen énfasis en un elemento cotidiano que para muchos representa un espacio intrascendente en sus vidas: el transporte público. Su obra nos demuestra cómo, en Venezuela, incluso el más intrascendente de los espacios resulta una odisea a ser atravesada, para poder cumplir con los designios de la cotidianidad.

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  1. La Perrera. Por Génesis Alayón. (@genealayon)

  2. Perro semihundido. Por Francisco de Goya.

El impacto del vacío

La aceptación, lucha y zozobra en los rostros de los individuos que Alayón pinta, en contraste con un fondo blanco, nos hablan connotativamente de lo insignificantes que ellos resultan para su entorno, y su entorno para ellos. Como entes aislados, lo que importa es permanecer aferrados al transporte que les permite llegar a su destino… solo la historia sabe si todos llegaron a buen puerto.

El vacío en el fondo de La Perrera recuerda al Perro semihundido de Francisco de Goya, una obra inacabada que, por sus mismos misterios y sensación abismal, resulta ser una de las más célebres Pinturas Negras del autor.

Lo grotesco es resaltado mediante la ausencia de un entorno consolidado al cual aferrarse. Así, aunque los hombres de La Perrera no se encuentren solos, se descubren olvidados por su alrededor: nadie da respuesta a su necesidad por un transporte digno.

Con mi obra quiero mostrar extractos de la vida diaria, el peso de la cotidianidad, el reconocimiento del otro en presencia y ausencia; estudiarlo y comprender cómo lo que hace me afecta, reconocerme a mí a través del mundo que me rodea, reflexionar sobre las situaciones a las que nos sometemos, a las que nos adaptamos. Entender cómo nos movilizamos y qué nos lleva a hacerlo.

Génesis Alayón (@genealayon)
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  1. Muévanse para atrás. Por Génesis Alayón (@genealayon)

  2. Vagón de tercera clase. Por Honoré Daumier (1862–1864).

La obra de Alayón también se relaciona claramente con el Vagón de tercera clase de Daumière, llegando casi a ser una parodia contemporánea del asunto que alguna vez inaugurase el Realismo social. Así, vemos cómo la cotidianidad de las personas comunes nunca deja de ser relevante.

Del pincel a la cámara, de la cámara al pincel

¿Por qué es interesante tomar el Realismo social desde las pinceladas en la cotidianidad? ¿No se encarga de estos asuntos ya el foto-periodismo, del cual Alayón extrajo los referentes a ser pintados? No. La cámara y el pincel son medios distintos que transmiten un mismo mensaje en lenguajes diferentes, y por lo tanto comunican de forma distinta y resuenan con públicos disonantes.

Retornamos a hacer énfasis en la abstracción y la retórica que emplea Alayón: no solo se destaca la expresividad en los rostros de los protagonistas, sino también la ausencia de un mundo exterior tras ellos. Si la fotografía periodística nos revela la cruda realidad, la pintura nos subraya la abstracción de esa realidad desde el color… una danza entre lo bello y lo grotesco, entre lo verdadero y lo falso: una catarsis de la autora, una sensibilidad por la soledad de estos individuos.

¿Cuál es el «Yo» que Alayón nos muestra? Una esencia de eso que Freud en sus tratados llamó «Superyó»: Un compuesto de lo que en nuestra mente define nuestro ser social, lo correcto, y lo que nos incomoda del entorno, en términos morales.

El «Yo» para mí son mis decisiones: desde lo que me hace inclinarme por una idea a escoger una imagen.

Génesis Alayón (@genealayon)
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Señora sinvergüenza de camino a la casa de su crush. María Niño (@anitosangrante).

El «Yo» frente a la muerte: María Niño

Nos hallamos frente a ese espejo que reflexiona sobre la vida en un tiempo más adelantado al presente, en el que las decisiones que se toman y los pensamientos que se expresan intentan romper con el tabú que involucra nuestro futuro, esta vez desde el ámbito sexual, biológico e instintivo; haciendo que para muchos en quienes el pudor predomina, la representación visual sea grotesca, pues la construcción social de la moral, ha censurado lo que cree inconveniente decir.

María Niño tiene una obra amplia, pues aunque la hemos incluido en la categoría de pintoras latinoamericanas, no posee trabajos exclusivamente pictóricos; pero sí toma este medio como su lenguaje principal.

Con una paleta de colores bien definida, destaca el rosa, color asociado directamente a la inocencia, la belleza y la feminidad. Niño se apropia así en sus pinceladas de un tema peculiar: La pornografía en la vejez.

La vejez, simbólicamente, ha sido un tema que espanta al ser humano, por su cercanía con la muerte inminente. Si la juventud contempla todo lo que se añora de la vitalidad y la belleza, la vejez se acerca a la inexistencia. Las ocasiones en que la vejez es vista como un símbolo positivo tienden a estar asociadas a cuando se la relaciona con la sabiduría, con la voz de la experiencia. Sin embargo, no es este el caso en la obra de Niño.

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Señoras online. Reproducciones de screenshots al óleo. María Niño (@anitosangrante).

Una sexualidad jocosa

Con espontaneidad, ternura y jocosidad, haciendo énfasis además en el aspecto digital del tema pornográfico, María Niño emplea sus pinceladas para comunicar la vitalidad de la vejez, la sexualidad anal, lo primitivo, lo corporal, lo fluido.

La obra de Niño, recordando a Nietzsche, podría asociarse a esa parte salvaje que nos conforma y que no debiéramos reprimir: la sexualidad es un impulso eminentemente humano, de nuestro «Yo» más primitivo; o como lo llama Freud, el «Ello»: la primera muestra de nosotros como seres vivos que reclaman lo que su cuerpo necesita para existir.

Asimismo, la sexualidad no deja de ser válida en la ancianidad, donde lo que se busca no es una belleza física, sino una conexión jocosa, humorística; una forma agradable de disfrutar esos últimos alientos de vida.

La sexualidad así se consolida como un juego que resulta en una exploración y un redescubrimiento continuo de la identidad de los seres que son retratados. La vejez que pinta Niño es una llena de vitalidad, y como Eco (2007) lo menciona, esa comicidad propuesta en lo que para muchos es grotesco, no es sino una muestra de rebelión ante lo que, según la sociedad, se presupone lo correcto. 

Mi obra es el resultado de mi experiencia online, URL; y de cómo esa experiencia negocia con la experiencia IRL [In Real Life: En la vida real]. 

María Niño (@anitosangrante)
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Señora carnitas: «¿Quiere tetica?». Escultura de carne. María Niño (@anitosangrante).

Mención Honorífica en el XI Salón Nacional Armando Reverón (2006), Venezuela.

La ternura de la muerte próxima

En otra de las obras de María Niño, encontraríamos una escultura realizada con carne en descomposición, retratando el rostro de una anciana. El sonido de las moscas que se posaban en su rostro al ver la escultura en vivo era, sin dudas, un recordatorio de lo efímeras que son nuestras facciones, y de lo cercana que es la putrefacción ante nosotros.

En términos filosóficos, sin lugar a dudas, la obra de María Niño nos recuerda a la máxima de los estoicos: Memento Mori. En algún momento, todos moriremos.

¿Qué decidiremos hacer durante nuestras cortas vidas, durante nuestra efímera vejez? Nuestro «Yo» se posiciona así mirándole a la muerte a los ojos, aceptándola y viviendo sin ignorarla.

Revisando la historia del arte, en realidad vemos que Niño no está sola en su amor por la ternura en personas mayores:

—¿Habéis observado que muchos féretros de viejas
Son casi tan pequeños como el de un niño?
La Muerte sabia deposita en esas cajas iguales
Un símbolo de un sabor caprichoso y cautivante,
Y cuando entreveo un fantasma débil
Atravesando de París el hormigueante cuadro,
Me parece siempre que este ser frágil
Se marcha muy dulcemente hacia una nueva cuna.

Charles Baudelaire, Las viejecitas. Cuentos parisinos (1857). Recuperado de: Wikisource.

Lo grotesco en la obra de Niño

¿No es, acaso, grotesco el olor a carne en descomposición? ¿No se nos hace grotesca la idea de dos ancianos copulando y fotografiando el acto? ¿Por qué?

Lo grotesco en Niño no se encuentra en su obra, sino en lo que suscitan sus trabajos en algunos observadores, en la insinuación hacia la libertad de expresarnos tal y como somos, y en la proposición a que el espectador lo acepte; pues para Niño, sus pinceladas en ningún momento hablan de lo grotesco, sino de ternura, de amor y de humor.

La actitud humorística con que Niño retrata a los ancianos dignifica su identidad y sexualidad, haciendo énfasis en rasgos de ternura y feminidad de cara a la muerte.

¿No son tiernos los ancianos? ¿No es acaso tierna la sexualidad cercana a la muerte?

¿Qué impacto quisieras que tu obra genere en el mundo?
– Bueno, a diario recibo muchos mensajes de personas que ven cosas que se asemejan a anitos y me mandan fotos, creo que eso está perfecto.

María Niño (@anitosangrante)
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La cucarachita María. Eliczabeth Castro (@cucarachita_elimol).

El «Yo» frente a nosotros mismos: Eliczabeth Castro

Nos encontramos entonces con la última de nuestras pintoras latinoamericanas, Eliczabeth Castro, cuya obra reúne la línea que equilibra pasado, presente y futuro en una representación en la que se nos muestra su «Yo» como eso que somos ahora, a consecuencia del pasado (no solo el nuestro, sino también el de otros), y las manifestaciones expresivas que buscan rebelarse y cambiar el futuro. 

La pintura de Castro explora diferentes técnicas: desde la digital a la analógica, y en distintos medios y formatos; pasando por la pintura sobre fotografía a la pintura sobre un madero de la escoba, sin dejar de lado la pintura en el tradicional lienzo.

Dentro de la variación de técnicas, Eliczabeth también conjuga diferentes niveles de iconicidad, yendo desde un realismo social crudo y grotesco, a niveles de abstracción mayores que permiten conjurar la vulnerabilidad, el miedo, la tristeza y la expresividad general de las mujeres retratadas.

La versatilidad de esta pintora nos habla también de la permanencia de este hecho grotesco en distintas áreas de la sociedad: la violencia contra la mujer puede ocurrir en cualquier estrato social, incluso sin distinción de raza o de cultura, aunque ella lo resalte en la mujer latinoamericana y venezolana.

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Instalación de escoba: Soy feliz. Eliczabeth Castro (@cucarachita_elimol).

Una máscara feliz

En la instalación pictórica «Soy feliz», vemos la ironía que resulta de un acto tradicional designado al rol de la mujer: barrer. Las máscaras desdibujadas y tristes pintadas en el madero de la escoba gritan las emociones de la mujer que habría sido portadora de esos utensilios como obligación en el matrimonio, y no como ratificación de su autocuidado e independencia.

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No soy una… Eliczabeth Castro (@cucarachita_elimol).

La metáfora de la cucaracha

La obra de Castro nos recuerda aquella imagen metafórica construida por Kafka en «La Metamorfosis», en la que nos es complejo delimitar si lo más grotesco es la imagen de una cucaracha (gráfico que de por sí suele ser incómodo), la posibilidad de que una mujer esté siendo comparada con dicho insecto, o la realidad en que la premisa de desvalorización de la mujer haya sido aceptada durante muchos años en la sociedad, llevando a muchas a sentirse menospreciadas.

¿Por qué una cucaracha? Porque su significado está atado a la decadencia, porque pertenece al mundo que muchos ven, pero pocos admiten; la imagen degradante pero poderosa que nos asquea, y que pocas veces aceptamos que nos asusta.

Como aquel tan popular dicho aclama «todos somos valientes hasta que la cucaracha vuela».

Así pues, la artista se pregunta por esa posibilidad de que, al expandir sus alas, eso que tanto hemos pisoteado haga correr hasta al más grande de los individuos. Crea una muestra en la que se busca la libertad, se anhela la rebelión y se grita al mundo.

 

Aunque las cucarachas pudiesen verse como grotescas, no creo que lleguen ni a un 1% de lo que provoca en sí la violencia de género. (Eso no causa gracia, pero no deja de ser horrible).

Eliczabeth Castro (@cucarachita_elimol).
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Sin título. Eliczabeth Castro. (@cucarachita_elimol).

El «Yo» femenino

En este caso, el «Yo» se realza como un sentir que se transpola al cuerpo, a nuestros ojos, y a los ojos ajenos; demostrando afuera el caos de lo que le aqueja dentro.

Entre rostros desdibujados y mujeres que a menudo tienen los ojos cerrados mientras son casi pisoteadas, Eliczabeth Castro nos invita a mirar hacia adentro; reflexionar en torno a esta situación que plasma sobre las máscaras con que la mujer ha vivido su identidad para cumplir con el rol que se espera de ella.

La obra de Castro, sin lugar a dudas, resulta una catarsis que va más allá de la denuncia de violencia de género. Lo que se busca es que nos cuestionemos de qué se trata el «Yo» femenino en la sociedad de hoy, y el cómo podríamos orquestar una nueva realidad para la autodefinición de lo que significa ser mujer. Se trata de que como mujeres no nos limitemos a ser musas o víctimas, sino artistas cocreadoras de una nueva realidad en libertad.

– ¿Qué significa ser artista para ti?


– Es ser libre. Poder crear imágenes así estas nunca lleguen a materializarse es drenar, lo que para mí es equivalente también a sanar.

– ¿Qué impacto quisieras que tu obra genere en el mundo?

– Sería ideal si en algún momento lograra educar y formar (hacer reflexionar). Pero soy feliz sólo con el hecho de que me permita drenar y sanar, y por supuesto, que mi mami lo haga conmigo.

Eliczabeth Castro (@cucarachita_elimol).
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Collage de las obras de Génesis Alayón, María Niño y Eliczabeth Castro.

Tres pinceladas ¿grotescas?

El juego entra en cuanto realizamos contacto con los pensamientos de las tres pintoras latinoamericanas acerca de su propia obra. Dos de ellas han mencionado, de forma directa o indirecta, no sentirse identificadas con lo grotesco dentro de su práctica. Sin embargo, para muchos espectadores, la obra que producen estas tres artistas es indudablemente grotesca, porque refiere a las sombras de nuestra sociedad, a aspectos que aún no hemos integrado o aceptado de nosotros mismos.

La estética kantiana

¿Cómo cerrar esta brecha? La respuesta ha sido elucubrada desde la obra de Immanuel Kant. En vez de centrarnos en el objeto en sí –pues es inaprehensible por nosotros como seres sensibles–, o en lugar de enfocarnos en lo que la obra en sí misma nos comunica, el centro del problema está en la capacidad de juzgar de quien la observa; lo que en términos semióticos se llamaría interpretante.

La obra de Alayón, Niño y Castro sacude nuestra capacidad de juzgar, levantando más preguntas que respuestas.

Kant aseguraría que, quien juzga un objeto como bello, también exigirá del resto del mundo que el objeto sea juzgado de tal manera. ¿Qué se puede decir de lo grotesco? Su texto nos deja algunas pistas:

También el gusto de los jardines ingleses, el de los muebles góticos, puede llevar la libertad de imaginación hasta los límites de lo grotesco, y en la ausencia de toda imposición, de toda regla, es en lo que el gusto, aplicándose a las fantasías de la imaginación, puede mostrar toda su perfección. Todo objeto perfectamente regular (que se aproxima a la regularidad matemática) tiene algo en sí que repugna al gusto; la contemplación del mismo no ocupa mucho tiempo el espíritu, y a menos que éste no tenga expresamente por fin el conocimiento o cualquier objeto práctico determinado, sufre con él un gran fastidio. Por el contrario, aquello en que la imaginación se puede ejercitar libre y armoniosamente, es siempre nuevo para nosotros, y no nos fatiga el contemplarlo.

Inmanuel Kant. Crítica del juicio. (p. 52)

De lo grotesco a lo sublime, de lo común a lo distinto

Las obras de Alayón, Niño y Castro se destacan dentro de lo grotesco –e incluso suscitan el sentimiento de lo sublime– porque no son obras regulares, ni simétricas, ni tampoco tratan los temas con una moral común, ni buscan resaltar la belleza en sí. Sus miradas son relevantes porque son distintas. Sus observaciones suscitan el juicio de lo grotesco porque, debido a ellas, emergen preguntas grotescas:

  1. ¿Cómo puede la gente vivir en un país sin transporte público digno en términos de seguridad, sin obtener respuesta alguna?

  2. ¿Cómo pueden las personas obviar la sexualidad en la vejez y verla como un tabú, cuando no una aberración, siendo este un acto eminentemente humano en vísperas de la muerte?

  3. ¿Cómo puede la sociedad permitirse tener hombres que observan a la mujer, cual cucaracha a ser conquistada y aplastada, por su propia condición de mujer?
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Preocupaciones. Eliczabeth Castro. (@cucarachita_elimol).

La obra de estas artistas nos paraliza ante la realidad que ellas destacan. Eso es lo que suscita lo extravagante, lo repugnante y lo grotesco. Se relacionan con el sentimiento de lo sublime, en términos kantianos, porque nos hacen indagar en nuestra imaginación de forma ilimitada, alimentadas a su vez por un terror a lo que se nos presenta.

Por otro lado, las tres artistas coinciden en que para ellas el arte ha sido un proceso catártico: ellas desahogan sus sentimientos a través de sus pinceladas, aunque en sus adentros no crean que su obra vaya a cambiar el mundo, el acto de pintar les permite expresarse, desde sus heridas o experiencias, mediante el proceso creativo.

Ellas destacan verdades universales en sus pinceladas, porque resaltan la condición humana desde su lado más íntimo, frágil y vulnerable.

La condición humana en las tres pintoras latinoamericanas

Si en Alayón vemos una condición en la que cualquier ser humano se sentiría en peligro, en Niño nos encontramos ante un enfoque humorístico, (que no es sino la otra cara de la moneda de lo grotesco), hacia una porción de la sociedad a menudo rechazada, oculta, aborrecida e ignorada, más aún en cuanto a su práctica sexual.

Finalmente, en Castro la fragilidad de la mujer es reivindicada mediante el vuelo de la cucaracha, pero resulta una reivindicación triste: la mujer, aunque vuele, aun si escapa, seguirá siendo vista como una cucaracha por estos hombres que la maltratan; un animal asociado simbólicamente al bajo mundo, al desecho y a la suciedad.

Las tres artistas han estudiado en la Facultad de Arte de la Universidad de Los Andes en Mérida, Venezuela. Así, nos preguntamos: ¿hasta qué punto la historia gestada desde este valle andino puede cambiar la percepción del «Yo» en un ámbito universal?…

Si te gustó el artículo y la obra de alguna de estas tres pintoras latinoamericanas, déjanoslo saber en los comentarios 🙂

Bibliografía consultada:
Baudelaire, Charles. (1857). Las viejecitas, Cuentos parisinos. Recuperado de: Wikisource.
Diccionario de la Real Academia Española. (s/f) Grotesco.
Eco, Umberto (2007). Historia de la fealdad. Editorial DeBolsillo: Barcelona, España.
Freud, Sigmund (1923). Obras Completas. El Yo y el ello y Otras Obras. Traducción directa del alemán de José L. Etcheverry. Amorrortu Ediciones. Buenos Aires, Argentina.
Kant, Inmanuel (1876). Crítica del juicio seguida de las observaciones sobre el asentamiento de lo bello y lo sublime. Madrid. [Traducción del francés por Alejo García y Juan Ruvira].
Revista cultural Los ojos de Hipatia. (2012). Lo grotesco como juicio estético. 

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Grecia Celeste

Soy una joven  exploradora de la imagen, la introspección y la literatura como maneras de inspirar y crear. Busco la conexión emocional y narrativa en cada proyecto;  indago, analizo… diseño historias.

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Soy apasionada por conceptos universales e individuales relacionados a los seres humanos. Naufragia es mi bitácora abierta con un énfasis en la fotografía, el arte y el diseño; así como también la investigación humanista. Exploro y me sumerjo en cada proyecto hasta alcanzar su alma. Estoy abierta a comisiones y buenas conversaciones. ¿Quieres unirte a mis aventuras?

3 comentarios en «Pintoras latinoamericanas: Tres pinceladas grotescas desde un valle en gestación»

  1. Que maravilla de texto!!! solidamente fundamentado además de muy bien escrito! Gran trabajo Grecia y Celeste!. Felicitaciones

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    • ¡Gracias Analy! ¡Estamos contentas de que te haya gustado! Estos comentarios nos impulsan a continuar generando contenido en este sentido.

      PD: Somos Yuliana y Grecia Celeste! Jejejeje, pero descuida, ¡recién nos estamos conociendo! Un cálido abrazo desde Mérida.

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